Por Daniel Otzoy
El 11 de marzo de 2020, la OMS declara la emergencia sanitaria internacional de la COVID-19 como pandemia y el mundo cambió para siempre. Las estrategias adoptadas por los países tanto para la preparación como para la contención han sido de lo más restrictivo a lo más laxo, entrando en un pulso intenso entre la salud pública y la economía desde entonces. Frases como la del vicegobernador de Texas, Don Patrick, “Los que tenemos 70 años o más, nos cuidaremos nosotros mismos. Pero no sacrifiquemos al país” son el mejor ejemplo de ello. Lo cierto es que 7 meses después, los países han relajado, en su mayoría, las restricciones y parece que el pulso lo ha ganado la necesidad de la reactivación económica, dejando en muchos casos del lado de los ciudadanos el cuidado de su salud y, en países como los centroamericanos, con la amenaza que eso representa para los sistemas de salud de por sí, Costa Rica aparte, muy vulnerables.
Por lo anterior, el impacto en la salud mental de todo el planeta era previsible y la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), publicaba en marzo algunas recomendaciones para apoyar el bienestar psicosocial y la salud mental durante el brote de COVID-19, tanto para los trabajadores de la salud como para la población en general. La psicosis generada en los primeros meses de la pandemia fue muy grande en América Latina, la región más violenta del mundo, y que en países como Guatemala alcanzó proporciones importantes, con brotes de violencia contra personas confirmadas con el virus, pero también con un incremento de la violencia intrafamiliar y contra la mujer en específico, siendo lo anterior un problema de salud pública tan grande y preocupante como la emergencia de coronavirus.
La Aceleración Digital durante la Pandemia
Algo que podemos afirmar con certeza luego de 7 meses de pandemia a nivel global, es que ha sido “la tormenta perfecta para la aceleración digital”. La digitalización ha sido sin precedente en la historia de la humanidad, tocando todos los sectores de la sociedad. Prácticas que no eran comunes e incluso existía resistencia a las mismas antes de la emergencia, como el teletrabajo, la teleducación o, en el caso de la salud, la telemedicina y el uso de aplicaciones para salud pública, hoy son parte del día a día. Sin embargo, cabe decir también que aunque nadie niega la digitalización masiva de estos meses, la transformación digital en un sentido más integral y holístico aún está lejos de suceder. ¿Por qué esta afirmación? Simple, la transformación digital es más que el uso de tecnologías digitales y requiere otros elementos como el cambio de paradigma mental de las personas, es decir, cambiar la forma en que hacemos las cosas. Muchos buscan hacer lo que hacían sin herramientas digitales con las mismas, por ejemplo, y esto es imposible. La gestión del cambio de este paradigma, por consiguiente, requiere una serie de elementos que generalmente toman un tiempo de planeación y la articulación de estrategias para facilitar la adopción de las tecnologías digitales pero también para la revisión, análisis y reingeniería de los procesos (no es igual atender a un paciente de forma presencial que de forma remota), así como definir la gobernanza necesaria para regulación de aspectos fundamentales como la confidencialidad, integridad y disponibilidad de los servicios hacia el usuario final de los mismos.
En al ámbito de las estrategias de salud digital adoptadas durante la pandemia, han sido exitosas aquellas que contaban con los elementos de la transformación antes mencionados. La improvisación y el intento acelerado de adoptar las mismas no han sido el mejor escenario en los países que se resistían a implementar las tecnologías digitales, tanto para acercar los servicios de salud a la población como para las intervenciones en salud pública. En resumen, el alumno que se preparó con antelación para el examen siempre tendrá mejores resultados que quien improvisó con el examen sobre la mesa.
Oportunidad para la Salud Mental
Aunque existe aún debates importantes en cuanto a las prácticas de medicina que son factibles de realizar a través de telemedicina, la teleterapia es hoy en día una de las más sencillas y efectivas. Quizás por su naturaleza terapéutica más que diagnóstica, tenga una mayor aceptabilidad tanto en profesionales de la salud como en los pacientes. Los beneficios y la utilidad que aporta este recurso en la situación de pandemia merecen ser resaltados, pero también es importante tomar en cuenta las recomendaciones necesarias para tener una práctica efectiva y segura para los pacientes.
En el ámbito preventivo, las aplicaciones móviles para mejorar los servicios de nutrición y para la práctica de estilos de vida más saludables, pueden resultar estrategias costo efectivas para prevenir o reducir estrés y ansiedad.
Sin embargo, es importante que estas estrategias no queden en un uso arbitrario y discrecional y se pueda garantizar la gobernanza necesaria que involucra los marcos legales, normativos y estratégicos que garantizan su planificación, aplicación y evaluación, así como también la protección de los datos de las personas y la confidencialidad de la información, esencial para garantizar el impacto deseado en las poblaciones.
En la conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre), la OMS insta a conseguir el incremento de las inversiones a favor de la salud mental, y nosotros en la Red Centroamericana de Informática en Salud, nos unimos a esta campaña haciendo hincapié que para hacer más eficientes y transparentes estas inversiones, es necesario considerar la transformación digital de los servicios de salud en una forma integral y holística, como un medio para alcanzar el acceso y cobertura universal que nuestras poblaciones necesitan.
Daniel Otzoy es consultor internacional especialista en sistemas de información para la salud y coordinador de la Red Centroamericana de Informática en Salud.
Las opiniones expresadas en los artículos son responsabilidad exclusiva del autor o los autores y no representan necesariamente la posición de la Junta Directiva y del Equipo Coordinador de la Red Centroamericana de Informática en Salud.